17/10/10

Demian - Hermann Hesse


Hermann Hesse ( Allemagne, 1877 - Suisse, 1962)
Demian (1919)
Texte en Français y Español

Français

Pour un homme conscient, il n'était aucun, aucun autre devoir de se chercher soi-même, de s'affirmer soi-même, de trouver en tâtonnant son propre chemin, quel qu'il fût. Cette révélation qui était le fruit de ma rupture avec Pistorius m'ébranla fortement. souvent, je m'étais plu à jouer avec les images de l'avenir.
Souvent j'avais rêvé de rôles qui devaient m'être assignés, comme poète peut-être, ou comme prophète ou comme peintre. Tout cela en vain ! Pas plus qu'un autre, je n'étais ici-bas pour composer des poèmes ou pour prêcher, ou pour peindre. Tout cela était accessoire. La vraie mission de chaque homme était celle-ci : parvenir à soi-même.
Qu'il finisse poète ou fou, prophète ou malfaiteur, ce n'étais pas son affaire ; oui, c'était en fin de compte dérisoire ; l'important, c'était de trouver sa propre destinée, non une destinée quelconque, et de la vivre entièrement. Tout le reste était demi-mesure, échappatoire, fuite dans le prototype de la masse et peur de son propre moi. L'idée nouvelle, terrible et sacrée, se présenta à mon esprit, tant de fois pressentie, peut-être souvent exprimée déjà, mais vécue seulement en ce moment même. J'étais un essai de la nature, un essai dans l'incertain, qui, peut-être, aboutirait à quelque chose de nouveau, peut-être à rien ; laisser se réaliser cet essai de sein de l'Inconscient, sentir en moi sa volonté, la faire entièrement mienne, c'était là ma seule, mon unique mission.
J'avais déjà goûté à fond la solitude. Mais maintenant je la pressentais encore plus profonde, et je la pressentais inévitable.

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Español

Para el hombre despierto no había más que un deber: buscarse a sí mismo, afirmarse en sí mismo y tantear, hacia adelante siempre, su propio camino, sin cuidarse del fin al que pueda conducirle. Este descubrimiento me conmovió hondamente, y tal fue para mí el fruto de todo suceso.
Muchas veces había jugado con imágenes del futuro y había ensoñado los destinos que me estaban reservados, como poeta quizá o quizá como profeta, como pintor o como quién sabe qué. Y todo esto era equivocado. Ya no existía para hacer versos, para predicar o para pintar. Ni yo ni ningún otro hombre existíamos para eso. Todo ello era secundario. El verdadero oficio de cada uno era tan solo llegar a sí mismo.
Luego podía terminar en poeta o en loco, en profeta o en criminal. Eso no era cosa suya, y además, en último término, carecía de todo alcance. Su misión era encontrar su destino propio, no uno cualquiera, y vivirlo por entero, hasta el final. toda otra cosa era quedarse a mitad del camino, era retroceder a refugiarse en el ideal de la colectividad, era adaptación y miedo a la propia individualidad interior. Esta nueva imagen se alzó ya claramente ante mí, terrible y sagrada, mil veces vislumbradas, quizás expresada ya alguna vez; pero solo ahora vivida. Yo era un impulso de la naturaleza, un impulso hacia lo incierto, quizá hacia lo nuevo, quizá hacia nada, y mi oficio era tan sólo dejar actuar ere impulso, nacido en las profundidades primordiales, sentir en mí su voluntad y hacerlo mío por entero. Esto, y sólo esto, era mi oficio.
Ya había probado a fondo la soledad. Pero ahora presentía una soledad aún más profunda, y la presentía inevitable.

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