Tomás Segovia (Valencia, 1927)
En la apartada noche ya sin nadie,
tibia, agitada, leve cae la lluvia,
sola para sí sola.
Íntima bailarina por la noche,
misteriosa, alocada,
gime allá, vuela, ahoga aquí una risa,
caprichosa musita, se interrumpe,
juguetona, inquietante,
viene y va, calla, desde lejos torna
con sonreídas lágrimas,
va a decir algo que en suspiro muere.
Y huyendo con susurros
y voces de sirena,
deja en el aire un mórbido perfume
de amor difunto en punzante recuerdo,
y en el alma el errático, incurable,
secreto amor de todas las derivas...
tibia, agitada, leve cae la lluvia,
sola para sí sola.
Íntima bailarina por la noche,
misteriosa, alocada,
gime allá, vuela, ahoga aquí una risa,
caprichosa musita, se interrumpe,
juguetona, inquietante,
viene y va, calla, desde lejos torna
con sonreídas lágrimas,
va a decir algo que en suspiro muere.
Y huyendo con susurros
y voces de sirena,
deja en el aire un mórbido perfume
de amor difunto en punzante recuerdo,
y en el alma el errático, incurable,
secreto amor de todas las derivas...
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Este poema es de aquellos que no destacan por su lirismo, ni por tener las palabras más bonitas o las rimas más perfectas, pero consigue recrear como ningún otro la atmósfera de la lluvia en una noche de verano. Es un poema suave, sin imponerte grandes emociones. En su lectura, es fácil fluir hacia tus propios recuerdos. En ellos, seguro que puedes encontrar algún ejemplo en el que la lluvia ha cambiado el curso de una noche. No suele dejarte indiferente la lluvia de verano, y más en la noche. En momentos de desesperación, puede darte la puntilla o puedes encontrar en ella la energía necesaria para cambiar el rumbo. Por el contrario en noches de armonía, es capaz de sembrar la melancolía o ser el único estímulo eficaz para transportarte al éxtasis. Incluso es capaz de helar una velada sensual o de tornarla en la más voluptuosa de todas, una lluvia de verano...
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