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26/8/10

La possibilité d'une île - Houellebecq


Michel Houellebecq (La Reunion, 1958)
La possibilité d'une île (2005)
Texte en français y español


Français

À tout observateur impartial en tout cas il apparaît que l'individu humain ne peut pas être heureux, qu'il n'est en aucune manière conçu pour le bonheur, et que sa seule destinée possible est de propager le malheur autour de lui en rendant l'existence des autres aussi intolérable que l'est la sienne propre.


Español

En todo caso, a cualquier observador imparcial, le resulta evidente que el individuo humano no puede ser feliz, que no ha sido concebido en absoluto para la felicidad, y que su único destino posible es propagar la desgracia a su alrededor, haciendo que la vida de los demás sea tan intolerable como la suya propia.

5/2/10

Unicité de la personne humaine - Michel Houellebecq


Plateforme (2002)
Michel Houellebecq (La Réunion, 1958)

Texte en français, català y español 

Français
Il est faux de prétendre que les êtres humains sont uniques, qu'ils portent en eux une singularité irremplaçable ; en ce qui me concerne, en tout cas, je ne percevais aucune trace de cette singularité. C'est en vain, le plus souvent, qu'on s'épuise à distinguer des destins individuels, des caractères. En somme l'idée d'unicité de la personne humaine n'est qu'une pompeuse absurdité. On se souvient de sa propre vie, écrit quelque part Schopenhauer, un peu plus que d'un roman qu'on aurait lu par le passé. Oui, c'est cela : un peu plus seulement.

Català 
És fals pretendre que els éssers humans siguin únics, que portin dins una singularitat irreemplaçable; pel què fa a mi, en tot cas, no podia percebre cap traça d'aquesta singularitat. Sol ser en va que un s'esgoti intentant distingir destins individuals, caràcters. La idea de la unicitat de la persona no deixa de ser una pomposa absurditat. Podem recordar la nostra pròpia vida, escrivia Schopenhauer en algun lloc, una mica més que una novel·la que hàgim llegit. Sí, això és: només una mica més. 

Español
Es falso que los seres humanos sean únicos, que lleven dentro de sí una singularidad irreemplazable; en lo que a mi concierne no percibía la menor huella de tal singularidad. Lo más normal es que uno se agote en vano intentando distinguir destinos individuales, caracteres. La idea de la unicidad de la persona solo es un pomposo absurdo. Schopenhauer escribió en alguna parte que uno se acuerda de su propia vida un poco más que de una novela que haya leido. Sí, eso es: solamente un poco más.

3/6/09

Leyenda y El lector es un fingidor - García-Maiquez


Hay una leyenda que ha llegado a nuestros días y que nació en los círculos de intelectuales y de escritores románticos del siglo XIX. Había en Alemania uno de los escritores más grandes que jamás haya existido, aunque totalmente desconocido. Su anonimato fue estrictamente voluntario y respondía tan solo a una razón: no podía soportar que su texto, al que había creado y mimado como si fuera un hijo, fuera malinterpretado. No se refería al texto en general, o al argumento si no a los matices, los pequeños detalles que hacen grande a una obra. Decía, que si ni sus más allegados podían ser capaces de interpretar tal y como él lo había imaginado, evidentemente no lo haría un desconocido, así que prefería guardar para sí mismo sus obras. Evidentemente estas exigencias serían inalcalzables incluso para la más perfecta de las obras.

Era tal el talento de este autor misterioso y la calidad de sus obras que incluso el mismo Goethe quiso reunirse con él. Después de varios días, Goethe consiguió sacar un compromiso al joven escritor. El trato era que aceptaba mostrar sus obras siempre y cuando éstas tan solo fueran leídas por gente que hubiera demostrado sobradamente su valía en el campo de la literatura, las artes o las ciencias. Además, puso como condición que fuera el mismo Goethe quién custodiara y eligiera a los privilegiados. Aunque parezca un acto de soberbia, Goethe siempre definió al autor misterioso como el más modesto de los grandes.
No hay ningún tipo de dato sobre quién pudo tener la enorme suerte de leer su obra.

La leyenda continua en Florencia. Fue allí donde dicen que se dirigió Goethe cuando tuvo constancia del suicidio del escritor. Superado totalmente por las circunstancias y debatiéndose entre mostrar la obra maestra al mundo o mantener la palabra dada, decidió dejar el legado en un monasterio del que no hay ninguna constancia de cual pueda ser. Goethe llegó a la conclusión que tan sólo contaría el secreto y daría la llave del baúl que contenían las obras a una persona, a modo de herencia, siempre días antes de morir. A su vez, la persona elegida tan solo podría desvelar el secreto días antes de morir a una sola persona y así sucesivamente.

Así pues, se supone que fueron acudiendo de incógnito grandes personajes al monasterio donde se custodiaba una de las obras maestras de la literatura universal. Sucedió así, sin que se sepa nombre alguno de los elegidos, hasta que la leyenda se detiene en Stendhal. Éste, fue uno de los escogidos y quedó enormemente sorprendido por el valor de estos libros, anónimos para el mundo. Después de algunas jornadas leyendo sin cesar, Stendhal tuvo la duda razonable de si mostrar al mundo dicho hallazgo. Tan abrumado estaba por la decisión que debía tomar que decidió dar un paseo para ver si se le aclaraban las ideas. Cabe decir, que es probable que fuera en estas fechas cuando Stendhal describe la experiencia que siente alguien al ser expuesto a una sobredosis de belleza artística y que hoy se conoce como Síndrome de Stendhal.
Al regresar al monasterio, un denso humo salía de la estancia en la que se encontraban los documentos. Alguien había quemado el baúl que contenía toda la obra. Ni un solo papel pudo salvarse y quedó para siempre en el anonimato, esta vez, para todo el mundo sin excepción.

El siguiente poema puede ilustrar perfectamente lo que podía sentír el misterioso escritor alemán:


El lector es un fingidor

Enrique García-Máiquez
(Murcia, 1969)


Cuento mi vida pero lees la tuya.
Nombro un paisaje de mi infancia y tú visitas
-tramposo- aquel camino de arena hacia la playa
por donde corre un niño feliz, que no soy yo.

Actúas siempre así, lo sé por experiencia.
¿Qué importa que yo tenga un nombre propio?
Tú lo expropias. Si hablo de mi pueblo,
es tu ciudad. Se transfigura en álamo
el pino de mi casa. Mis amigos
son mis desconocidos de repente.
Y hasta mi amada es ya tu amada.

Yo cuento sílabas, tú cantas, silbas
poniendo música a mis letras, musicando
al ritmo que te gusta.
De todo cuanto digo escuchas sólo
lo que a ti te interesa, quizá lo que no dije,
sin que haya forma así de no entendernos.

Te entiendes y me entiendo, porque al pasar la página
vuelves mis versos del revés, reversos
tuyos. Debí de sospechar
de ti, que no te ocultas,
que robas a la luz amable de una lámpara.

Yo soy el que me oculto. Cuando escribo,
tú vives y eso es todo. Como te dijo Bécquer:
Poesía eres tú.
Y yo el poema.

11/2/09

Le mystère H.

Le Mystère H.
Londres, 1907. "... La rencontre aura bientôt lieu à l'intersection des lignes de nos vies..." Un message énigmatique qui obsède l'inquiétante silhouette glissant le long des murs recouverts de livres : H., figure héroïque pour certains, ombre glaçante pour d'autres.
H. entraîne alors le narrateur, son fidèle compagnon d'aventure, sur les traces de l'explorateur Sir John Lucas parti vers l'île de Pâques, deux ans plus tôt.
Ce roman, illustré, nous plonge dans une aventure pleine de rebondissements. Qu'y-a-t-il de si important sur cette île ? Que nous cache H. ? Comment tout cela va-t-il finir ?
C'est un véritable coup de cœur. L'alliance de l'histoire et des aquarelles soignées nous entraînent dans un autre monde, dans l'univers de H.
C'est un plaisir de la lecture et un plaisir pour les yeux. On souhaiterait presque qu'il n'y ait pas de fin.
Le Mystère H. Franck Bouysse, Pierre Demarty Les Ardents Éditeurs